martes, 4 de mayo de 2010

¿LA EDUCACIÓN, MÁQUINA DE HACER DINERO?


DESDE HUACHO-PERÚ

Nadie en su sano juicio puede estar en contra de la educación, “cómo un proceso dinámico entre dos personas”, “que busca el perfeccionamiento del ser humano, del individuo como persona” o “que busca la inserción activa y consciente del individuo en el medio social”, etc.
Tampoco podemos negar que una de las necesidades prioritarias para mejorar la vida institucional de nuestra patria debe partir por una reforma de nuestra política educativa que nos permita un sistema educativo equitativo y eficiente, propuestas que están en ‘tinta y papel’ como iniciativas presentadas por el “Consejo Nacional de Educación” (2005), el “Consejo Nacional de la Competitividad” o el “Plan Nacional de Educación para todos” (2005-2015) entre otros.
Para entender nuestra educación debemos comenzar por preguntarnos ¿cómo se encuentra la educación en el Perú? Y debemos respondernos, no porqué se nos ocurra, sino porque los estudios así lo demuestran, que estamos mal y principalmente dos son los problemas fundamentales, la primera, la inequidad en el acceso, y la otra, la baja calidad de la educación. Por ejemplo, a pesar de que la cobertura a nivel de Educación Primaria llega al 96,1%, esta se reduce hasta 85% en Educación Secundaria, y baja inclusive hasta el 62% en Educación Inicial; peor aún, diferenciando por severidad de pobreza, se aprecia que la cobertura en Educación Inicial es aún critica en el caso de la pobreza extrema, llegando apenas al 43%.
Por otro lado, solo una pequeña proporción de los estudiantes logra alcanzar el nivel de aprendizaje suficiente en Matemáticas (15,1%), y Comprensión de Lectura (9,6%) que corresponde al grado que cursan (Ministerio de Educación). Si esto es notorio en la costa, miremos las desigualdades en el acceso a la educación entre las zonas urbanas y rurales, según el género, la educación pública y privada y entre la de habla autóctona y la de habla hispana.
¿Y dónde podemos encontrar una de las explicaciones para que este sea el diagnostico de la educación? En que en estos últimos años el gasto en educación representaba solo el 3,3% del PBI, cifra significativamente inferior al promedio de 4,5% en América Latina. Y esto implica, muchas veces la paradoja de ampliación de la cobertura del sistema educativo pero una caída del salario real de los maestros que el año 2000 representó un tercio del nivel alcanzado por el magisterio en 1973.
Frente a la crisis de la Educación Pública, es que aparece la Educación Privada, que no es nueva, sino aparece en la Colonia, encargada a las órdenes religiosas, pero es en la República que comienzan a fundarse por promotores privados, en sus comienzos, por iniciativa de las colonias de extranjeros, exclusivo para sus hijos, y que con el tiempo permitieron el ingreso a otros estudiantes propios de la región. Hoy está generalizada.
Según datos del Ministerio de Educación en el año 2005 se matricularon en las escuelas y colegios privados un millón setecientos siete mil trescientos dieciséis alumnos (1¹707,316) de los cuales 232,128 lo hicieron en Educación Inicial (el 19.81%); 617, 722 en Primaria (15.20%) y 420,387 en Secundaria (17.43%). Este apogeo se debe a que la legislación favorece la inversión privada y alivia al gobierno por el poco gasto que se hace en el sector de la Educación Pública.
Si hacemos un poco de memoria, diremos que hasta hace poco, la Educación Pública era un orgullo para los huachanos tan es así que muchos ciudadanos ilustres de hoy han salido de las aulas xammarinas, mercedinas, o de las escuelas de primaria de los años 50, 60, hasta más o menos los 70, sin embargo, hoy, esos mismos ciudadanos, tienen sus hijos en escuelas o colegios privados. La Educación Pública se había convertido en la tarea docente por vocación, de la que hoy queda casi poco. Y la Educación Privada, ¿cómo era? Recordemos que los colegios religiosas como la de los HH. MM. “San José”, “La Merced” o la de las MM. DD. “Santa Rosa” eran instituciones sin fines de lucro, complementando a la educación que impartía el estado y apoyados por el gobierno. Eran instituciones, mayormente, ligadas a instituciones religiosas o filosóficas interesadas en complementar la formación de sus alumnos en valores éticos y religiosos. La educación era un tema donde el lucro no tenía espacio. Era una tarea para ser ejercida con vocación y pasión para tener un país mejor, más educado, no para lucrar, no para hacer de él, un negocio. No se trata de que el lucro sea algo malo “per se”, sino que había otros sectores en los que se podía lucrar, pero no en la educación.
Por la apatía del estado (en forma consciente) y la incorporación de la educación a las instituciones con fines de lucro en los años 90 es cuando la lógica empresarial y competitiva ha pasado a ser predominante. La educación concebida como un negocio más, al igual que la salud y la jubilación. Y esta se desarrolla con mayor comodidad en los sistemas de libre competencia desmedida donde prima el lucro como motor de desarrollo, el ‘éxito’ y la ‘eficiencia’ a cualquier costo, la innovación o el aumento de la productividad muchas veces atentando con los derechos fundamentales del ser humano. En estas condiciones, la educación pierde su esencia.
No significa que todas las instituciones privadas estén inmersas en esta concepción. Hay quienes entienden a la educación como un servicio de calidad y la formación integral del educando con valores éticos y morales. Y todavía están las escuelas y colegios de las órdenes religiosas que al margen de la labor educativa escolarizada que cumplen se dedican a la labor social sobre todo en los sectores de menores recursos de nuestra patria y regiones de la Amazonía y también a su labor de evangelización.
Pero al margen de la Educación Privada son tiempos de repensar la educación sobre todo de mejorar la Educación Pública para que no sea motivo que con el cuento de la ‘calidad’ se use con motivos de lucro.