DESDE HUACHO-PERÚ
NUESTRO ‘AMIGO’ DE INFANCIA
NUESTRO ‘AMIGO’ DE INFANCIA
Pasar de la escuela Pre
Vocacional 413 al Colegio Nacional “Luis Fabio Xammar” no fue nada fácil. El
temor me invadía. Pero la voz de mi
madre y el saber que había otros vecinos de la calle Elcorrobarrutia, entre
ellos, algunos mayores que yo, que estudiaban en ese colegio, me convencieron
que no me quedaba más remedio que coger mi ‘block’, mi lápiz y enrumbar al
colegio.
Del callejón, ya estudiaban, ‘Lucho’
y Abelardo Saona, y del barrio, ‘Pepe’ Rocha, Mayta, ‘Coco’ y David Figueroa, ‘Willy’
Zevallos, ‘Pepe’ Pichilingue y Carlos Castillo. Y Domingo Hoces que también iba
al Primer Año. Para llegar al colegio había que cruzar las empedradas calles que
no frecuentaba a diario como sí las de ‘tierra’ con algunas huertas y acequias
que ya iban desapareciendo cuando me dirigía a ‘la’ escuela de don Roberto
Rodríguez que era más conocido como ‘Pelo Duro” y que estaba más cerca al
barrio, en Hualmay. Por eso, no faltaron las recomendaciones “…usted se me va derechito
al colegio…” y los cuidados que tenía que tener en cuenta para llegar a ‘mi’
colegio “…cuidadito que se me va por otro sitio y… siempre mirando a su
izquierda y a su derecha por los ‘carros’, y…derechito”. Y pasar por la calle “28
de julio” y la “Plaza de Armas”, era el camino indicado, además, que era muy agradable
para mirar a las ‘hembritas’ del 412, las más ‘grandecitas’, las ‘blanquitas’
del “Santa Rosa”, las del “Carmen” y “Liceo Moderno”, esas ya eran ‘mayorcitas’.
Al toque del ‘pito’ de la “Lever Pacocha” ya me había puesto mi uniforme
‘comando’, había tomado mi té “Sabú” y comido mis panes con ‘mantequilla’. Salí
del callejón, cogí la calle y divisé a los trabajadores de la desmotadora “La
moderna” con su mameluco, y me ‘colé’ con los amigos y en el primer día útil de
abril estuve como un ‘buen estudiante’ rumbo ‘campo del saber’ y listo para
nutrirme de los ‘conocimientos’ de mis profesores del colegio y no quedarme
como un ‘borrico’.
Al
comienzo había una incertidumbre en qué local del colegio estudiarían los
alumnos de Primer Año. Varios de los ‘nuevos’
alumnos llegamos primero a la calle “Dos de mayo”, local principal del colegio,
y después, nos llevaron al local ‘anexo’ de “San Román”. Nuestro auxiliar fue Julián
Cordero, auxiliar ya ‘maduro’ y de andar pausado, con un sombrero de ala corta
y en la mano su madero que lo acompañaría todo el año y era su ‘material
pedagógico’ persuasivo para imponer su ‘autoridad’ en el aula. Este local nos
cobijó en el segundo piso. No fuimos muchas secciones, creo que no pasábamos de
cuatro aulas. Llegados a dirección referida, subimos por una estrecha escalera
de madera que a la mitad del trayecto doblaba a la izquierda, y al final, alrededor
de un corredor, también de madera, se distribuían las aulas que en el centro se
observaba un tragaluz cuyas ventanas daban al primer piso. Aulas estrechas
porque sus ambientes habían sido construidos hace varios años como vivienda. No
sé cómo alcanzamos pero lo hicimos todo ese año y nuestros ‘recreos’ la pasamos
en otro ambiente descubierto un poquito más amplio pero igual de madera y en el
mismo piso. Desde ahí empinados divisábamos la calle “Salaverry” y los techos y
ventanas con tragaluces de las casas vecinas y, cuándo lo hacíamos hacía el
oeste, a lo lejos, la inmensidad del mar a pesar que algunas casas de dos pisos
y la fábrica de “Industrias Pacocha” con sus calderos envueltos por una
escalera y su chimenea que dejaba ver a una majestuosa columna cilíndrica de
varios metros nos impedían ver todo el panorama del horizonte.
Nuestro primer día fue de puro
bullicio, de distribución de las aulas en las que nos tocaría estudiar ese año.
Poco a poco nos fueron ‘acomodando’, según orden de lista en mano, hasta que
nos dijeron “…los del Primer Año “B” se quedan acá” y ahí nos quedamos hasta
diciembre de ese año.
Era
una curiosidad saber quiénes serían nuestros profesores. Durante la semana poco a poco fueron
llegando. Uno de los primeros fue el profesor Pichiling, de música, que nos
hizo una remembranza de su apellido “Pichilingüe, Pichiling, Pichilingue,
Piclick” y continuamos con el himno al colegio y después rasqueteó varias veces
su violín y al final nos acompañó para
que en coro entonemos el “Juventud xammarina adelante…”. Llegó también un
profesor de historia enfundado en su ‘ternecito’ marrón, bajito, gordito, pelo
engominado y anteojos pequeños de metal y de lentes redondos y sus ‘teorías’
del hombre americano. Apareció el “tío” Chang con sus bodegones y su saco ancho,
cargado de años, y algunas golosinas. Al segundo día, después del recreo, ya en
el aula, escuchamos unas pisadas que en la madera gastada por los años marcaban
unos pasos lentos, seguros, de uno de nuestros profesores. Intrigados guardamos
silencio. Llegado a la puerta, ingresó y una voz medio cavernosa nos dijo:
“Good morning students!”, no supimos que contestar, no entendimos nada de lo
que hablaba, medio sarcástico ensayó una sonrisa. Todos guardamos silencio sin
saber qué hacer. El resto de la hora nos dejó las instrucciones cómo debíamos
responder a sus requerimientos, pero en inglés. El ‘teacher’ Hoyos.
De
todos ellos, guardo ‘mejor’ la imagen de mi profesor de Geografía. La primera clase
versó sobre el significado de su
etimología, “…palabra griega, geo=tierra, grafía=descripción,… y, no se olviden
que “Gea”, es la diosa de la tierra”. No sé si le entendimos bien eso de la
diosa, pero de la etimología, sí. Joven, serio y de conocimiento del tema. Se
desplazaba por la estrecha aula con mucha sobriedad y nosotros guardábamos
silencio casi absoluto pero sin sobresaltos. Pero, además, quedó en mis
recuerdos el uso que le dio a la pizarra y la forma como dibujaba las letras al
hacer sus cuadros sinópticos. Lo que llamamos, letra script. Algunos lo imitamos hasta cierto tiempo. Al final se despidió “…hasta la próxima clase,
muchachos”, eso, nos gratificó, pero ese año no nos pasamos de la ‘raya’. En la
primera clase no nos dijo su nombre, intrigados se lo preguntamos al Sr.
Cordero, él, nos dijo: “se llama Ángel Flores… y creo… estudia en Lima para ser
doctor”.
Pero
un ‘amigo’ inseparable, que no olvidaremos jamás, de esta época, es el sonido
del ‘pito’ de la fábrica “Lever Pacocha”. Vozarrona. En las mañanas de clases nos
sonaba a ‘tragedia’ porque nos anunciaba la hora de ir al colegio y en las
tardes nos sonaba a ‘delicia’ porque calculábamos en qué momento sería la hora
de salida. Su ‘voz’ se escuchaba a muchos metros a la redonda de la ciudad. Fue
nuestro acompañante como estudiante por algunos años más, porque después nos
fuimos a estudiar al ‘nuevo’ local de la Panamericana. Pero aun así no la
dejaríamos de escuchar por mucho tiempo, sobre todo, en las mañanas…
Año 1962…