miércoles, 11 de noviembre de 2015

NUESTRO ‘AMIGO’ DE INFANCIA

DESDE HUACHO-PERÚ
NUESTRO ‘AMIGO’ DE INFANCIA
                        Pasar de la escuela Pre Vocacional 413 al Colegio Nacional “Luis Fabio Xammar” no fue nada fácil. El temor me invadía. Pero la voz de mi madre y el saber que había otros vecinos de la calle Elcorrobarrutia, entre ellos, algunos mayores que yo, que estudiaban en ese colegio, me convencieron que no me quedaba más remedio que coger mi ‘block’, mi lápiz y enrumbar al colegio.
            Del callejón, ya estudiaban, ‘Lucho’ y Abelardo Saona, y del barrio, ‘Pepe’ Rocha, Mayta, ‘Coco’ y David Figueroa, ‘Willy’ Zevallos, ‘Pepe’ Pichilingue y Carlos Castillo. Y Domingo Hoces que también iba al Primer Año. Para llegar al colegio había que cruzar las empedradas calles que no frecuentaba a diario como sí las de ‘tierra’ con algunas huertas y acequias que ya iban desapareciendo cuando me dirigía a ‘la’ escuela de don Roberto Rodríguez que era más conocido como ‘Pelo Duro” y que estaba más cerca al barrio, en Hualmay. Por eso, no faltaron las recomendaciones “…usted se me va derechito al colegio…” y los cuidados que tenía que tener en cuenta para llegar a ‘mi’ colegio “…cuidadito que se me va por otro sitio y… siempre mirando a su izquierda y a su derecha por los ‘carros’, y…derechito”. Y pasar por la calle “28 de julio” y la “Plaza de Armas”, era el camino indicado, además, que era muy agradable para mirar a las   ‘hembritas’  del 412, las más ‘grandecitas’, las ‘blanquitas’ del “Santa Rosa”, las del “Carmen” y “Liceo Moderno”, esas ya eran ‘mayorcitas’. Al toque del ‘pito’ de la “Lever Pacocha” ya me había puesto mi uniforme ‘comando’, había tomado mi té “Sabú” y comido mis panes con ‘mantequilla’. Salí del callejón, cogí la calle y divisé a los trabajadores de la desmotadora “La moderna” con su mameluco, y me ‘colé’ con los amigos y en el primer día útil de abril estuve como un ‘buen estudiante’ rumbo ‘campo del saber’ y listo para nutrirme de los ‘conocimientos’ de mis profesores del colegio y no quedarme como un ‘borrico’.
Al comienzo había una incertidumbre en qué local del colegio estudiarían los alumnos de Primer Año.  Varios de los ‘nuevos’ alumnos llegamos primero a la calle “Dos de mayo”, local principal del colegio, y después, nos llevaron al local ‘anexo’ de “San Román”. Nuestro auxiliar fue Julián Cordero, auxiliar ya ‘maduro’ y de andar pausado, con un sombrero de ala corta y en la mano su madero que lo acompañaría todo el año y era su ‘material pedagógico’ persuasivo para imponer su ‘autoridad’ en el aula. Este local nos cobijó en el segundo piso. No fuimos muchas secciones, creo que no pasábamos de cuatro aulas. Llegados a dirección referida, subimos por una estrecha escalera de madera que a la mitad del trayecto doblaba a la izquierda, y al final, alrededor de un corredor, también de madera, se distribuían las aulas que en el centro se observaba un tragaluz cuyas ventanas daban al primer piso. Aulas estrechas porque sus ambientes habían sido construidos hace varios años como vivienda. No sé cómo alcanzamos pero lo hicimos todo ese año y nuestros ‘recreos’ la pasamos en otro ambiente descubierto un poquito más amplio pero igual de madera y en el mismo piso. Desde ahí empinados divisábamos la calle “Salaverry” y los techos y ventanas con tragaluces de las casas vecinas y, cuándo lo hacíamos hacía el oeste, a lo lejos, la inmensidad del mar a pesar que algunas casas de dos pisos y la fábrica de “Industrias Pacocha” con sus calderos envueltos por una escalera y su chimenea que dejaba ver a una majestuosa columna cilíndrica de varios metros nos impedían ver todo el panorama del horizonte.
            Nuestro primer día fue de puro bullicio, de distribución de las aulas en las que nos tocaría estudiar ese año. Poco a poco nos fueron ‘acomodando’, según orden de lista en mano, hasta que nos dijeron “…los del Primer Año “B” se quedan acá” y ahí nos quedamos hasta diciembre de ese año.
Era una curiosidad saber quiénes serían nuestros profesores.  Durante la semana poco a poco fueron llegando. Uno de los primeros fue el profesor Pichiling, de música, que nos hizo una remembranza de su apellido “Pichilingüe, Pichiling, Pichilingue, Piclick” y continuamos con el himno al colegio y después rasqueteó varias veces su violín y al final  nos acompañó para que en coro entonemos el “Juventud xammarina adelante…”. Llegó también un profesor de historia enfundado en su ‘ternecito’ marrón, bajito, gordito, pelo engominado y anteojos pequeños de metal y de lentes redondos y sus ‘teorías’ del hombre americano. Apareció el “tío” Chang con sus bodegones y su saco ancho, cargado de años, y algunas golosinas. Al segundo día, después del recreo, ya en el aula, escuchamos unas pisadas que en la madera gastada por los años marcaban unos pasos lentos, seguros, de uno de nuestros profesores. Intrigados guardamos silencio. Llegado a la puerta, ingresó y una voz medio cavernosa nos dijo: “Good morning students!”, no supimos que contestar, no entendimos nada de lo que hablaba, medio sarcástico ensayó una sonrisa. Todos guardamos silencio sin saber qué hacer. El resto de la hora nos dejó las instrucciones cómo debíamos responder a sus requerimientos, pero en inglés. El ‘teacher’ Hoyos.
De todos ellos, guardo ‘mejor’ la imagen de mi profesor de Geografía. La primera clase versó sobre el   significado de su etimología, “…palabra griega, geo=tierra, grafía=descripción,… y, no se olviden que “Gea”, es la diosa de la tierra”. No sé si le entendimos bien eso de la diosa, pero de la etimología, sí. Joven, serio y de conocimiento del tema. Se desplazaba por la estrecha aula con mucha sobriedad y nosotros guardábamos silencio casi absoluto pero sin sobresaltos. Pero, además, quedó en mis recuerdos el uso que le dio a la pizarra y la forma como dibujaba las letras al hacer sus cuadros sinópticos. Lo que llamamos, letra script.  Algunos lo imitamos hasta cierto tiempo.  Al final se despidió “…hasta la próxima clase, muchachos”, eso, nos gratificó, pero ese año no nos pasamos de la ‘raya’. En la primera clase no nos dijo su nombre, intrigados se lo preguntamos al Sr. Cordero, él, nos dijo: “se llama Ángel Flores… y creo… estudia en Lima para ser doctor”.
Pero un ‘amigo’ inseparable, que no olvidaremos jamás, de esta época, es el sonido del ‘pito’ de la fábrica “Lever Pacocha”. Vozarrona. En las mañanas de clases nos sonaba a ‘tragedia’ porque nos anunciaba la hora de ir al colegio y en las tardes nos sonaba a ‘delicia’ porque calculábamos en qué momento sería la hora de salida. Su ‘voz’ se escuchaba a muchos metros a la redonda de la ciudad. Fue nuestro acompañante como estudiante por algunos años más, porque después nos fuimos a estudiar al ‘nuevo’ local de la Panamericana. Pero aun así no la dejaríamos de escuchar por mucho tiempo, sobre todo, en las mañanas…
 Año 1962… 

martes, 10 de noviembre de 2015

NUESTRO ‘AMIGO’ DE INFANCIA

DESDE HUACHO-PERÚ
NUESTRO ‘AMIGO’ DE INFANCIA
                        Pasar de la escuela Pre Vocacional 413 al Colegio Nacional “Luis Fabio Xammar” no fue nada fácil. El temor me invadía. Pero la voz de mi madre y el saber que había otros vecinos de la calle Elcorrobarrutia, entre ellos, algunos mayores que yo, que estudiaban en ese colegio, me convencieron que no me quedaba más remedio que coger mi ‘block’, mi lápiz y enrumbar al colegio.
            Del callejón, ya estudiaban, ‘Lucho’ y Abelardo Saona, y del barrio, ‘Pepe’ Rocha, Mayta, ‘Coco’ y David Figueroa, ‘Willy’ Zevallos, ‘Pepe’ Pichilingue y Carlos Castillo. Y Domingo Hoces que también iba al Primer Año. Para llegar al colegio había que cruzar las empedradas calles que no frecuentaba a diario como sí las de ‘tierra’ con algunas huertas y acequias que ya iban desapareciendo cuando me dirigía a ‘la’ escuela de don Roberto Rodríguez que era más conocido como ‘Pelo Duro” y que estaba más cerca al barrio, en Hualmay. Por eso, no faltaron las recomendaciones “…usted se me va derechito al colegio…” y los cuidados que tenía que tener en cuenta para llegar a ‘mi’ colegio “…cuidadito que se me va por otro sitio y… siempre mirando a su izquierda y a su derecha por los ‘carros’, y…derechito”. Y pasar por la calle “28 de julio” y la “Plaza de Armas”, era el camino indicado, además, que era muy agradable para mirar a las   ‘hembritas’  del 412, las más ‘grandecitas’, las ‘blanquitas’ del “Santa Rosa”, las del “Carmen” y “Liceo Moderno”, esas ya eran ‘mayorcitas’. Al toque del ‘pito’ de la “Lever Pacocha” ya me había puesto mi uniforme ‘comando’, había tomado mi té “Sabú” y comido mis panes con ‘mantequilla’. Salí del callejón, cogí la calle y divisé a los trabajadores de la desmotadora “La moderna” con su mameluco, y me ‘colé’ con los amigos y en el primer día útil de abril estuve como un ‘buen estudiante’ rumbo ‘campo del saber’ y listo para nutrirme de los ‘conocimientos’ de mis profesores del colegio y no quedarme como un ‘borrico’.
Al comienzo había una incertidumbre en qué local del colegio estudiarían los alumnos de Primer Año.  Varios de los ‘nuevos’ alumnos llegamos primero a la calle “Dos de mayo”, local principal del colegio, y después, nos llevaron al local ‘anexo’ de “San Román”. Nuestro auxiliar fue Julián Cordero, auxiliar ya ‘maduro’ y de andar pausado, con un sombrero de ala corta y en la mano su madero que lo acompañaría todo el año y era su ‘material pedagógico’ persuasivo para imponer su ‘autoridad’ en el aula. Este local nos cobijó en el segundo piso. No fuimos muchas secciones, creo que no pasábamos de cuatro aulas. Llegados a dirección referida, subimos por una estrecha escalera de madera que a la mitad del trayecto doblaba a la izquierda, y al final, alrededor de un corredor, también de madera, se distribuían las aulas que en el centro se observaba un tragaluz cuyas ventanas daban al primer piso. Aulas estrechas porque sus ambientes habían sido construidos hace varios años como vivienda. No sé cómo alcanzamos pero lo hicimos todo ese año y nuestros ‘recreos’ la pasamos en otro ambiente descubierto un poquito más amplio pero igual de madera y en el mismo piso. Desde ahí empinados divisábamos la calle “Salaverry” y los techos y ventanas con tragaluces de las casas vecinas y, cuándo lo hacíamos hacía el oeste, a lo lejos, la inmensidad del mar a pesar que algunas casas de dos pisos y la fábrica de “Industrias Pacocha” con sus calderos envueltos por una escalera y su chimenea que dejaba ver a una majestuosa columna cilíndrica de varios metros nos impedían ver todo el panorama del horizonte.
            Nuestro primer día fue de puro bullicio, de distribución de las aulas en las que nos tocaría estudiar ese año. Poco a poco nos fueron ‘acomodando’, según orden de lista en mano, hasta que nos dijeron “…los del Primer Año “B” se quedan acá” y ahí nos quedamos hasta diciembre de ese año.
Era una curiosidad saber quiénes serían nuestros profesores.  Durante la semana poco a poco fueron llegando. Uno de los primeros fue el profesor Pichiling, de música, que nos hizo una remembranza de su apellido “Pichilingüe, Pichiling, Pichilingue, Piclick” y continuamos con el himno al colegio y después rasqueteó varias veces su violín y al final  nos acompañó para que en coro entonemos el “Juventud xammarina adelante…”. Llegó también un profesor de historia enfundado en su ‘ternecito’ marrón, bajito, gordito, pelo engominado y anteojos pequeños de metal y de lentes redondos y sus ‘teorías’ del hombre americano. Apareció el “tío” Chang con sus bodegones y su saco ancho, cargado de años, y algunas golosinas. Al segundo día, después del recreo, ya en el aula, escuchamos unas pisadas que en la madera gastada por los años marcaban unos pasos lentos, seguros, de uno de nuestros profesores. Intrigados guardamos silencio. Llegado a la puerta, ingresó y una voz medio cavernosa nos dijo: “Good morning students!”, no supimos que contestar, no entendimos nada de lo que hablaba, medio sarcástico ensayó una sonrisa. Todos guardamos silencio sin saber qué hacer. El resto de la hora nos dejó las instrucciones cómo debíamos responder a sus requerimientos, pero en inglés. El ‘teacher’ Hoyos.
De todos ellos, guardo ‘mejor’ la imagen de mi profesor de Geografía. La primera clase versó sobre el   significado de su etimología, “…palabra griega, geo=tierra, grafía=descripción,… y, no se olviden que “Gea”, es la diosa de la tierra”. No sé si le entendimos bien eso de la diosa, pero de la etimología, sí. Joven, serio y de conocimiento del tema. Se desplazaba por la estrecha aula con mucha sobriedad y nosotros guardábamos silencio casi absoluto pero sin sobresaltos. Pero, además, quedó en mis recuerdos el uso que le dio a la pizarra y la forma como dibujaba las letras al hacer sus cuadros sinópticos. Lo que llamamos, letra script.  Algunos lo imitamos hasta cierto tiempo.  Al final se despidió “…hasta la próxima clase, muchachos”, eso, nos gratificó, pero ese año no nos pasamos de la ‘raya’. En la primera clase no nos dijo su nombre, intrigados se lo preguntamos al Sr. Cordero, él, nos dijo: “se llama Ángel Flores… y creo… estudia en Lima para ser doctor”.
Pero un ‘amigo’ inseparable, que no olvidaremos jamás, de esta época, es el sonido del ‘pito’ de la fábrica “Lever Pacocha”. Vozarrona. En las mañanas de clases nos sonaba a ‘tragedia’ porque nos anunciaba la hora de ir al colegio y en las tardes nos sonaba a ‘delicia’ porque calculábamos en qué momento sería la hora de salida. Su ‘voz’ se escuchaba a muchos metros a la redonda de la ciudad. Fue nuestro acompañante como estudiante por algunos años más, porque después nos fuimos a estudiar al ‘nuevo’ local de la Panamericana. Pero aun así no la dejaríamos de escuchar por mucho tiempo, sobre todo, en las mañanas…

 Año 1962… 

lunes, 9 de noviembre de 2015

PARA MI TÍA “POCHA”, CON AMOR

DESDE HUACHO-PERÚ
PARA MI TÍA “POCHA”, CON AMOR
            Estimada tía Pocha, quiero dejar una muestra de mi gratitud hacia su persona y la de mi tío Alejandro mediante este testimonio. Supe de ti hace muchos años, en mi adolescencia, en Andahuasi, claro que ‘más antes’, en mi infancia, de mi tío “Tallo” como cariñosamente lo llamaban. Como a mis demás familiares no los frecuenté con las infinidades de veces que ocurren en muchas familias. Pero las veces que lo hice con ustedes me bastó para saber de las grandes personas que eran y ser testigo del amor que se profesaban. Y no solo es una apreciación personal sino de muchos como el que nos trae al recuerdo ese hermoso vals “Ventanita” con la anécdota de amor que vivieron en su juventud y que hace mención en su último mensaje mi tío Guillermo. Ventanita, que fue testigo de la consolidación de su amor que a pesar de los años nunca decayó  en su intensidad y que más bien dio como frutos a sus maravillosos hijos (incluidos  nueras y yernos) y los nietos y bisnietos que hoy día la  acompañan en su último adiós. Ventanita, hecho que se recuerda, solo por la forma como se dieron las cosas de sus amoríos. No en el significado de la canción.
            Yo supongo que su amor nunca estuvo exento de las dificultades de la vida, sin embargo, a pesar de las mareas y tempestades, supo mantenerse incólume y enrumbar a buen puerto. Y ese es el gran legado que nos dejan. Su ejemplo de pareja. Recuerdo que cada vez que íbamos a su casa, la sentíamos como la nuestra por la amabilidad y el cariño con que nos trataban a todos. Primero en Andahuasi y después en Huacho.
Como todo en la vida, no somos eternos. Pero sí el amor que se profesaron y por el que los recordaremos. Hoy, tía, nos deja. Nosotros estamos muy tristes, pero no así mi tío “Tallo”. Él le está esperando. Ahora no es una sola la estrella que nos alumbra, sino son varias por cada uno de nuestros familiares que nos llevan la delantera, una de ellas, es la de mi padre, Juan, y nuestros ‘troncos’, Mamá Peta y Papá Juan.  Y ese es el consuelo que nos embarga. Dios los acaba de unir nuevamente y esta vez es para siempre. El cuerpo se nos ha ido, pero no así su ejemplo de vida. Ahí nos quedan sus enseñanzas.
Tía “Pocha”, salúdanos a mi tía Guillermina, Nelly, y tío Eloy, y todos los familiares y amigos. Diles que nos esperen que ya iremos llegando poco a poco.
                                                            Un beso.


                                                         Huacho, 9 de noviembre del 2015