DESDE HUACHO-PERÚ
Estimado Simón Olivera, como lamento mi
ausencia física en la Romería, Misa de
Honras y Reunión de Camaradería que se llevará a cabo el día el 13 de febrero del
2015 en la ciudad de Huacho y en la cual se recuerda un año de tu sensible partida de este mundo físico al que con mucho
esfuerzo y dedicación quisimos y todavía pretendemos cambiar.
Tengo tu presencia en muchas de las
jornadas de lucha que emprendimos con un grupo de maestros del SUTEP para hacer
de este miserable mundo uno mejor para nuestros alumnos y hombres de nuestro
querido Perú. No lleno de riquezas sino de justicia social. Te recuerdo siempre
disciplinado sin olvidar tu labor de maestro como a un compañero inquieto por
hacer de este nuestro Perú uno mejor, anhelo que es una tarea pendiente.
Nunca en los campos de combate estuviste
primero pero tampoco rezagado, no porque no lo pudieras hacer sino por humildad
que muchas veces se confunde con el anonimato en la multitud. No evadías las
responsabilidades en los duros combates que emprendió el magisterio en
gloriosas horas de lucha por sus reivindicaciones. Siempre laborioso, reflexivo. Cuantos informes de cómo andaba la
base a la que pertenecías, a las del distrito que te tocaba recorrer. Y todo
sin licencia sindical. Como no recordar tu participación en las ollas comunes,
en las marchas de sacrificio, en la labor diaria en las calles enfrentando a la
policía, a las bombas lacrimógenas, a los varazos o la oscura celda que hace de
los compañeros la universidad de la
vida: su maestría y doctorado . Como no recordar el estoicismo de muchos días
de ausencia en las aulas, de soportar los descuentos por las huelgas, el
murmullo de los amarillos que nunca faltaban y su cobardía e insensibilidad
para reclamar sus derechos. Bueno pues, eran nuestros compañeros de trabajo y por
ellos también luchábamos. Gloriosas
horas de lucha y combate sin desmayo.
Cuanta labor desarrollaste sin buscar
el aplauso fácil, la figuración, solo por la complacencia de la labor cumplida
por los compañeros maestros y el pueblo. Así eras y fuiste hasta el final de
tus días. Cuantas veces te vimos caminar
y desaparecer sin prisa pero sin pausa. No eras de los luchadores que
causaran muchos aspavientos. Hasta para la muerte fuiste así. Y eso no te
interesaba, lo que interesaba era la labor cumplida en los campos del saber y
la lucha. Ahí en la fragua, ahí te forjaste y tu ejemplo de humildad no se puede olvidar. Ejemplo para muchos sobre
todo para las actuales generaciones de maestros.
Simón…, Simón…, siempre tan discreto y enterarnos lo
buen Padre de Familia que también fuiste. Tu hija debe sentirse orgullosa de saber
lo grande que eras en medio de tanta mediocridad. Que tu legado perdure y
siempre la acompañe.
“Cambiar el
mundo,
amigo
Sancho, que
no es locura
ni utopía…
¡Sino
justicia!”